SOCIEDAD
DEL CONOCIMIENTO
Participante:
Dervis Lozada 18250061
En las sociedades del conocimiento emergentes, no cabe
contentarse con proponer algunasreformas para reducir la desigualdad de acceso
a lasociedad mundial de la información y luchar contra lasdisparidades
económicas y educativas subyacentes. Esnecesario también que en sus principios
constitutivosfiguren, en primer plano, la salvaguarda y promoción
de los derechos y libertades proclamados por
losinstrumentos internacionales universales relativosa los derechos humanos,
entre los que figuran enprimer lugar la Declaración Universal de
DerechosHumanos de 1948 y los dos Pactos de 1966: el PactoInternacional de
Derechos Civiles y Políticos y el PactoInternacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales. En efecto, el conocimiento y la educaciónconstituyen las
garantías más sólidas de los derechos.El adagio “la ignorancia de la ley no
exime de sucumplimiento” no sólo impone a cada uno el deberde conocer sus
derechos y obligaciones, sino que recuerda también la estrecha relación
existente entreel reconocimiento de un derecho y el conocimientode éste. Los derechos,
así como los principios éticosen los que se basan, deben primero conocerse
parapoder ser luego reivindicados y reconocidos.El auge de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación ha creado nuevas
condicionespara la aparición de sociedades del conocimiento. Lasociedad
mundial de la información en gestación sólocobrará su verdadero sentido si
se convierte en unmedio al servicio de un fin más elevado y deseable:
laconstrucción a nivel mundial de sociedades del conocimientoque sean
fuentes de desarrollo para todos, ysobre todo para los países menos
adelantados. Paralograrlo, dos desafíos planteados por la revolución dela información
revisten una importancia particular: elacceso a la información para todos y el
futuro de lalibertad de expresión. En efecto, cabe preguntarse sila desigualdad
de acceso a las fuentes, contenidose infraestructuras de la información no pone
entela de juicio el carácter mundial de la sociedad dela información. Además,
¿cómo se puede hablar desociedad mundial de la información, cuando la
librecirculación de informaciones se ve obstaculizada ocuando la propia
información es objeto de censuras
y manipulaciones?
En este sentidola noción de sociedades del
conocimiento esmás enriquecedora y promueve más la autonomía quelos conceptos
de tecnología y capacidad de conexiónque a menudo constituyen un elemento
central enlos debates sobre la sociedad de la información. Lascuestiones
relativas a la tecnología y la capacidad deconexión hacen hincapié en las
infraestructuras y lagobernanza del universo de las redes. Aunque revistenuna
importancia fundamental evidente, no deberíanconsiderarse como un fin en sí
mismas. En otras palabras,la sociedad mundial de la información sólo cobrasentido
si propicia el desarrollo de sociedades delconocimiento y se asigna como
finalidad “ir hacia undesarrollo del ser humano basado en los derechos deéste”.
Este objetivo es fundamental porque la tercerarevolución industrial –la de las
nuevas tecnologías yla nueva fase de mundialización que la acompañahan
modificado radicalmente numerosos puntos dereferencia y aumentado las brechas
existentes entrericos y pobres, entre países industrializados y países
endesarrollo, e incluso entre los ciudadanos de un mismopaís.
El advenimiento de la llamada
sociedad del conocimiento se produce en un nuevo marco epistemológico que
concluyó en la segunda mitad del siglo XX con los movimientos de liberación
sexual, la lucha por los derechos civiles y el auge del feminismo en Estados
Unidos y la revolución del mayo francés del 68 (entendida como la rebelión de
la subjetividad del individuo y la exaltación radical de la nueva cultura de la
libertad que liberó al sujeto de los tabúes y las represiones tradicionales), y
sus secuelas en Alemania e Italia.
Tales hechos que constituyen la
última gran convulsión epistemológica moderna en que se amplió el horizonte
simbólico de la gente que junto al quebranto que para el antiguo régimen
representó la revolución francesa (laicidad y valores republicanos) la norteamericana
(nacimiento de un estado fundado por ciudadanos libres que le imponen su
control) y la lustración, condujo la sociedad moderna occidental al exterminio
de la tradición en todos los campos (religioso, moral, sexual, familiar) y a la
destrucción del viejo orden jerárquico y al derrumbe de los códigos culturales
imperantes (mediante la escolarización y la difusión demótica de los medios).
Se generó así un gran movimiento de secularización en la sociedad occidental.
Significó el fin del orden autoritario en todas las instancias de la vida
social y privada y el florecer de nuevas formas de familia, de personas del
sexo y de nuevos derechos y libertades. Se rompía así definitivamente el orden
jerárquico impuesto por la tradición.
Todo ello propició una ruptura
epistemológica que impulsó la pasión por el cambio, por la innovación, por la
creatividad. Cambio que se expresaba y expresa en la creación constante de
nuevas palabras y de nuevos discursos y códigos, que genera un gran impulso de
la riqueza léxica. Ahora se abre camino el aporte constante de novedad
(información) que traduce el advenimiento de una sociedad de la información en
la que estamos instalados. La ruptura significó además el inicio de la
construcción democrática del conocimiento con la eliminación de las
jerarquías en una gran operación democrática protagonizada por internet (nos
expresamos, creamos, opinamos y nos comunicamos sin trabas ni impedimentos,
1993) que dio lugar al acceso universal al saber y a su propagación en red
(horizontal). Hoy la información y el conocimiento están en manos de la gente.
Y la principal tarea consiste en extender el conocimiento a toda la sociedad y
hacer del conocimiento la base de su construcción. El nuevo paradigma exige,
sin embargo, una operación epistemológica fundamental centrada en la
comprensión crítica, en exaltar el sentido crítico de la gente que es
fundamental para procesar la ingente cantidad de información, tantos influjos
de información que se reciben constantemente. Una operación que incluye
habilidades críticas y cognitivas y operaciones semióticas -codificar,
descodificar, interpretar y evaluar textos mediáticos. Es esencialmente
una tarea de aprender a saber en tanto que formación crítica del pensar. Se
trata de fomentar la capacidad y el sentido críticos de la gente. Sin esa tarea
primordial peligra la creación de la sociedad del conocimiento. El aprender a
saber tiende a eliminar las marcas de jerarquía y de poder y ahí radica el
progreso de la gente y de la sociedad en cuanto el sentido crítico debilita
todas las formas del poder. Ahora, como ya se advierte en las sociedades
modernas avanzadas, es el saber el que establece la jerarquía, la autoridad y
los códigos, no el poder. El pensar crítico nos hace seres conscientes y
ciudadanos activos y participativos. Nos infunde estatus de ciudadanía.
La nueva sociedad no se define
sólo en términos tecnológicos (informatización de la sociedad, nuevas
tecnologías de la información, Nora-Minc 1981), cognitivos (prioridad y
centralidad del conocimiento) o económicos ( sociedad post industrial, Bell
1973) sino en términos sociológicos (acceso universal a la información y al
conocimiento, en tanto que avance hacia una comunidad universal del saber). Se
trata de establecer por primera vez una nueva sociedad basada en el orden
humano y no en el orden natural (Eudald Carbonell). Pero para ello es necesario
el ejercicio de la virtud cívica (Viroli) y sobre todo la participación de la
gente en la vida en común o pública. La sociedad del conocimiento sólo es posible
en el marco de la plena vigencia de la virtud cívica entre los ciudadanos.
Precisamente por eso, la nueva
sociedad sólo se puede llevar a término si antes se acometen grandes
transformaciones éticas y políticas para aproximar la gente a la vida activa y
a la actividad pública, a la polis. Unos cambios políticos de gran envergadura
que deben incluir desde una nueva ley electoral hasta la implantación de una
democracia cívica (particicpativa y deliberativa). Y unos cambios éticos para
regenerar la vida pública mediante la transparencia y que aseguren que el
principal recurso de la nueva sociedad, el conocimiento, será utilizado en
beneficio de la humanidad y del progreso de la población (que se orientará a la
calidad de vida, bienestar, sanidad, cultura, investigación, tecnología y
respeto de los derechos humanos). En definitva, el saber orientado a fomentar
la realización del hombre para mejorar sus condiciones de vida tanto material
como espiritual. Se trata más de edificar una sociedad regida por la virtud
cívica que por el interés general, concepto ilustrado que tantos sufrimientos
generó a lo largo del siglo XX.
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