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viernes, 23 de noviembre de 2012



SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Participante: Dervis Lozada 18250061

En las sociedades del conocimiento emergentes, no cabe contentarse con proponer algunasreformas para reducir la desigualdad de acceso a lasociedad mundial de la información y luchar contra lasdisparidades económicas y educativas subyacentes. Esnecesario también que en sus principios constitutivosfiguren, en primer plano, la salvaguarda y promoción
de los derechos y libertades proclamados por losinstrumentos internacionales universales relativosa los derechos humanos, entre los que figuran enprimer lugar la Declaración Universal de DerechosHumanos de 1948 y los dos Pactos de 1966: el PactoInternacional de Derechos Civiles y Políticos y el PactoInternacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En efecto, el conocimiento y la educaciónconstituyen las garantías más sólidas de los derechos.El adagio “la ignorancia de la ley no exime de sucumplimiento” no sólo impone a cada uno el deberde conocer sus derechos y obligaciones, sino que recuerda también la estrecha relación existente entreel reconocimiento de un derecho y el conocimientode éste. Los derechos, así como los principios éticosen los que se basan, deben primero conocerse parapoder ser luego reivindicados y reconocidos.El auge de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha creado nuevas condicionespara la aparición de sociedades del conocimiento. Lasociedad mundial de la información en gestación sólocobrará su verdadero sentido si se convierte en unmedio al servicio de un fin más elevado y deseable: laconstrucción a nivel mundial de sociedades del conocimientoque sean fuentes de desarrollo para todos, ysobre todo para los países menos adelantados. Paralograrlo, dos desafíos planteados por la revolución dela información revisten una importancia particular: elacceso a la información para todos y el futuro de lalibertad de expresión. En efecto, cabe preguntarse sila desigualdad de acceso a las fuentes, contenidose infraestructuras de la información no pone entela de juicio el carácter mundial de la sociedad dela información. Además, ¿cómo se puede hablar desociedad mundial de la información, cuando la librecirculación de informaciones se ve obstaculizada ocuando la propia información es objeto de censuras
y manipulaciones?

En este sentidola noción de sociedades del conocimiento esmás enriquecedora y promueve más la autonomía quelos conceptos de tecnología y capacidad de conexiónque a menudo constituyen un elemento central enlos debates sobre la sociedad de la información. Lascuestiones relativas a la tecnología y la capacidad deconexión hacen hincapié en las infraestructuras y lagobernanza del universo de las redes. Aunque revistenuna importancia fundamental evidente, no deberíanconsiderarse como un fin en sí mismas. En otras palabras,la sociedad mundial de la información sólo cobrasentido si propicia el desarrollo de sociedades delconocimiento y se asigna como finalidad “ir hacia undesarrollo del ser humano basado en los derechos deéste”. Este objetivo es fundamental porque la tercerarevolución industrial –la de las nuevas tecnologías yla nueva fase de mundialización que la acompañahan modificado radicalmente numerosos puntos dereferencia y aumentado las brechas existentes entrericos y pobres, entre países industrializados y países endesarrollo, e incluso entre los ciudadanos de un mismopaís.
El advenimiento de la llamada sociedad del conocimiento se produce en un nuevo marco epistemológico que concluyó en la segunda mitad del siglo XX con los movimientos de liberación sexual, la lucha por los derechos civiles y el auge del feminismo en Estados Unidos y la revolución del mayo francés del 68 (entendida como la rebelión de la subjetividad del individuo y la exaltación radical de la nueva cultura de la libertad que liberó al sujeto de los tabúes y las represiones tradicionales), y sus secuelas en Alemania e Italia.
Tales hechos que constituyen la última gran convulsión epistemológica moderna en que se amplió el horizonte simbólico de la gente que junto al quebranto que para el antiguo régimen representó la revolución francesa (laicidad y valores republicanos) la norteamericana (nacimiento de un estado fundado por ciudadanos libres que le imponen su control) y la lustración, condujo la sociedad moderna occidental al exterminio de la tradición en todos los campos (religioso, moral, sexual, familiar) y a la destrucción del viejo orden jerárquico y al derrumbe de los códigos culturales imperantes (mediante la escolarización y la difusión demótica de los medios). Se generó así un gran movimiento de secularización en la sociedad occidental. Significó el fin del orden autoritario en todas las instancias de la vida social y privada y el florecer de nuevas formas de familia, de personas del sexo y de nuevos derechos y libertades. Se rompía así definitivamente el orden jerárquico impuesto por la tradición.
Todo ello propició una ruptura epistemológica que impulsó la pasión por el cambio, por la innovación, por la creatividad. Cambio que se expresaba y expresa en la creación constante de nuevas palabras y de nuevos discursos y códigos, que genera un gran impulso de la riqueza léxica. Ahora se abre camino el aporte constante de novedad (información) que traduce el advenimiento de una sociedad de la información en la que estamos instalados. La ruptura significó además el inicio de la construcción democrática del conocimiento con la eliminación de las jerarquías en una gran operación democrática protagonizada por internet (nos expresamos, creamos, opinamos y nos comunicamos sin trabas ni impedimentos, 1993) que dio lugar al acceso universal al saber y a su propagación en red (horizontal). Hoy la información y el conocimiento están en manos de la gente. Y la principal tarea consiste en extender el conocimiento a toda la sociedad y hacer del conocimiento la base de su construcción. El nuevo paradigma exige, sin embargo, una operación epistemológica fundamental centrada en la comprensión crítica, en exaltar el sentido crítico de la gente que es fundamental para procesar la ingente cantidad de información, tantos influjos de información que se reciben constantemente. Una operación que incluye habilidades críticas y cognitivas y operaciones semióticas -codificar, descodificar, interpretar y evaluar textos mediáticos. Es esencialmente una tarea de aprender a saber en tanto que formación crítica del pensar. Se trata de fomentar la capacidad y el sentido críticos de la gente. Sin esa tarea primordial peligra la creación de la sociedad del conocimiento. El aprender a saber tiende a eliminar las marcas de jerarquía y de poder y ahí radica el progreso de la gente y de la sociedad en cuanto el sentido crítico debilita todas las formas del poder. Ahora, como ya se advierte en las sociedades modernas avanzadas, es el saber el que establece la jerarquía, la autoridad y los códigos, no el poder. El pensar crítico nos hace seres conscientes y ciudadanos activos y participativos. Nos infunde estatus de ciudadanía.
La nueva sociedad no se define sólo en términos tecnológicos (informatización de la sociedad, nuevas tecnologías de la información, Nora-Minc 1981), cognitivos (prioridad y centralidad del conocimiento) o económicos ( sociedad post industrial, Bell 1973) sino en términos sociológicos (acceso universal a la información y al conocimiento, en tanto que avance hacia una comunidad universal del saber). Se trata de establecer por primera vez una nueva sociedad basada en el orden humano y no en el orden natural (Eudald Carbonell). Pero para ello es necesario el ejercicio de la virtud cívica (Viroli) y sobre todo la participación de la gente en la vida en común o pública. La sociedad del conocimiento sólo es posible en el marco de la plena vigencia de la virtud cívica entre los ciudadanos.
Precisamente por eso, la nueva sociedad sólo se puede llevar a término si antes se acometen grandes transformaciones éticas y políticas para aproximar la gente a la vida activa y a la actividad pública, a la polis. Unos cambios políticos de gran envergadura que deben incluir desde una nueva ley electoral hasta la implantación de una democracia cívica (particicpativa y deliberativa). Y unos cambios éticos para regenerar la vida pública mediante la transparencia y que aseguren que el principal recurso de la nueva sociedad, el conocimiento, será utilizado en beneficio de la humanidad y del progreso de la población (que se orientará a la calidad de vida, bienestar, sanidad, cultura, investigación, tecnología y respeto de los derechos humanos). En definitva, el saber orientado a fomentar la realización del hombre para mejorar sus condiciones de vida tanto material como espiritual. Se trata más de edificar una sociedad regida por la virtud cívica que por el interés general, concepto ilustrado que tantos sufrimientos generó a lo largo del siglo XX.                       

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